domingo, 22 de diciembre de 2013

Devolveme la radio

Por Alejandro Carrizo



En mi opinión, en la espontaneidad reside la verdadera ideología. Corría 1976 y empezaba la dictadura más sangrienta de la historia argentina. Hugo “El coya” Condorí –obrero del ingenio Ledesma– ya se había “salvado” varias veces de la muerte, la última vez que había estado en la cárcel logró “confundirse” con los contraventores, aunque era uno de los presos políticos más buscados.
Pero llegó el día del famoso “viaje” a la Unidad 9 de La Plata (donde no supo más de compañeros como Arédez, Weisz, Patrignani y otros). El “traslado” empezó como a las 5 de la mañana. No tenía mucho para llevar; ya lo habían esposado y le pidió al guardia cárcel que le dejase llevar la radio (la única conexión con el mundo y con la libertad). El ladino no sólo no le permitió llevar la pequeña radio (una spica forrada en cuero), sino que se la robó.
Pasó el pabellón de la muerte, pasó la tortura, pasó la muerte, las desapariciones, pasó el tiempo, volvió la democracia, volvió la lucha ahora con los organismos de derechos humanos, empezaron los juicios por la verdad, luego los juicios de lesa humanidad (de la mano de Néstor y Cristina), y, hace unos días en Jujuy, se presentó la oportunidad de tener a los cinco represores frente a frente. El testimonio de El Coya fue singular, uno de los mejores aportes para la condena de los carceleros y de los abyectos como Blaquier (incluso si se profundiza la investigación, con la posibilidad de encontrar los cuerpos).
Al final del alegato, Condorí –el único sobreviviente de la histórica y combativa obra social– miró a uno de ellos a los ojos y le dijo: “Devolveme la radio”.

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