y el poeta derribado
es el árbol rojo que señala
el comienzo del bosque
Jorge Teillier
Y un día volví (porque
siempre se vuelve) a caminar las calles de Tucumán. Mi alma se puso las manos
en los bolsillos y, perplejos como un niño, mis ojos se detuvieron en las
esquinas de la memoria.
Agarré por Chacabuco,
hasta la 24, a “La Lechería”, para tomarme un amarillo con Carlos Michaelsen
Aráoz, pero no estaban, ni él ni el bar. Entonces seguí por Junín, hasta “La
Cosechera”, para leer poemas con Elba Naigeboren y Nito Racedo, pero tuve que
seguir de largo. Doblé por San Martín y frente a donde estaba “El Condado” los
ojos de los fantasmas me dijeron levemente adiós con un pañuelo de olvidos.
Después pasé por “El Central”, mi alma gritó “¡compañeros!”, pero no salieron
ni Larry Janzon ni René Molina. Volví por 25 hasta el “Hotel Corona” y no
estaban ni Casacci ni el Bebe Alvarez. Luego crucé –en vano– hacia “El Buen
Gusto” para tomarme una ginebra con el Pancho Galíndez mientras Fernando Arce
nos recitaba poemas de Juan Gelman (¡qué habrá sido de aquel piano!). ¿Para qué
iba a ir a la Cineteca si no me acompañaría Eduardo Rosenzvaig?, ¿o a la Peña
El Cardón sin Aurelio Salas? Tampoco me le animé al Bajo, para no ver el hueco
que dejaron “El Gallo de Oro” o la peluquería de González.
Preferí ir directo a
Muñecas al 200 porque allí, en “El Griego”, donde está la sala Paco Urondo,
allí era mi cuarto en la vieja casona “la Machu-Picchu” (¿dónde andarán los
chicos de “Joetuc”?). Sabía que no me iban a recibir ni el Buby Perrone ni José
Augusto Moreno con el meñique levantado. Entonces, mi alma y yo, nos paramos al
frente a mirar que ya no hay begonias en los balcones, ni balcones siquiera.
Entonces, casi en
silencio grité: “¡Amores poéticos, salven el mundo!, ¡sálvenme! La poesía es la
única geografía que perdura… Debajo de la puerta de la memoria dejo un sobre
con mi corazón adentro”.
Me doblé el cuello del saco y me fui, despacio, por las calles enmusicadas
del ocaso, cuerpeando aquellos versos de Raúl Galán: “Cuando digo Tucumán, me
duele el alma”.
Alejandro Carrizo
Precioso relato poeta,los recuerdos siempre nos miran desde la vereda de enfrente y cuando cruzamos la calle para abrazarlos se evaporan en nuestras retinas ¿será acaso cada lágrima un recuerdo? Poeta Alejandro, talvez seamos pariente,mis padres eran de Tucumán,creo que de ciudad San Martín,cerca de un cementerio,pero bueno lo importante que los Carrizo seguimos la veta poética ¿no te parece? saludos
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